Hoy es un día de gran fiesta para nuestra Iglesia, día de solemnidad… día de Todos los Santos.
«Después de esto vi un gentío inmenso, imposible de contar, de toda nación y raza, pueblo y lengua, que estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos, y gritaban con voz poderosa: ‘¿Quién salva fuera de nuestro Dios que se sienta en el trono, y del Cordero?'» Apocalipsis 7, 9-10
Celebramos a los millones de Justos que fueron fieles de Jesús en la Tierra, y entre ellos están muchos de los nuestros, parientes, amigos, personas a las que conocimos y que ya están en el cielo adorándolo e intercediendo por nosotros. Son aquellos quienes, habiendo necesitado o no, pasar por el purgatorio, ya están en la presencia de Dios.
Los santos «canonizados» oficialmente por la Iglesia Católica son miles. Son los santos de altar o de estampita. Son nuestro gran ejemplo de vida. Pero a quienes celebramos hoy son aquella inmensa cantidad de santos no canonizados. Los santos que Jesús se reserva sólo para Él, que no son grandemente conocidos ni venerados en la Tierra.
La Solemnidad de Todos los Santos tiene sus orígenes en el siglo IV, cuando el número de mártires de la Iglesia llegó a ser tal que era imposible destinar un día del año para recordar a cada mártir. Entonces, la Iglesia optó por hacer una celebración conjunta para honrar a todos los que habían alcanzado el cielo, en un solo día, una vez al año.
Cuando el 13 de mayo de 610, el Papa Bonifacio IV dedicó el Panteón romano al culto cristiano, consagró el nuevo templo a la Bienaventurada Madre de Dios y a todos los mártires. A partir de entonces, la celebración de Todos los Santos quedó fijada en esa fecha y así permanecería así por muchos años hasta que el Papa Gregorio IV, en el siglo VII, trasladó la celebración al 1 de noviembre. Es muy probable que la decisión del Papa Gregorio haya sido contrarrestar la fiesta pagana del “Samhain” o año nuevo celta, que se celebra la noche del 31 de octubre.
Hoy, la Solemnidad de Todos los Santos compite, en distintos ámbitos de la cultura, contra la “noche de Brujas” (Halloween) y su espíritu comercial y profano. Por eso, es necesario que no perdamos de vista aquello a lo que estamos llamados como cristianos: vivir la santidad y realizar todo bien que provenga de Dios.
En el año 2013, el Papa Francisco hizo una hermosa exhortación a la multitud que lo acompañaba en la celebración de esta Solemnidad: “Dios te dice: no tengas miedo de la santidad, no tengas miedo de apuntar alto, de dejarte amar y purificar por Dios, no tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. Dejémonos contagiar por la santidad de Dios”.
No olvidemos nunca que ¡estamos llamados a ser santos! Y que debemos recordar y agradecer la vida de esos hombres y mujeres que lo dieron todo por amor.
Hoy es la fiesta de lo que llegaremos todos a ser: ¡Los santos de Dios! «Gocémonos todos en el Señor, al celebrar esta fiesta en honor de todos los Santos, de cuya solemnidad se alegran los Ángeles, y ensalzan al Hijo de Dios». ¡Feliz Día de Todos los Santos!