Estamos por comenzar la Cuaresma. Para nosotros los cristianos es un tiempo muy importante, sin embargo, debemos entender que no es sólo para nosotros sino para el mundo entero. Creyentes y no creyentes. A continuación te lo explicamos:
1. El cuerpo no es un accesorio
Debemos hacer énfasis en el hacer y el lugar que el cuerpo ocupa en este tiempo. Efectivamente el espíritu ha sido el centro de nuestra reflexión y el cuerpo erróneamente parece ser un estorbo para el alma. Por otro lado, en el mundo secular, el culto al cuerpo y el self care son los que llevan la delantera. Pareciera que son dos mundos encontrados. Siempre lo son…
Entendamos un poco esta reflexión. Los seres humanos somos una unidad que abarca también el cuerpo. No se trata de un estorbo, ni tampoco es el «accesorio» más importante. El obispo Robert Barron decía: «La Cuaresma trata sobre hacer cosas, cosas que involucran el cuerpo tanto como la mente, que involucran el exterior como el interior».
Los signos exteriores en el tiempo de Cuaresma cobran una relevancia particular. No es casualidad que en el miércoles de ceniza nos marquen la frente con un signo visible; una cruz hecha de cenizas. Cruz a la que podemos acceder todos, creyentes y no creyentes (todos podemos asistir a la liturgia de miércoles de ceniza y ser marcados).
El signo de la cruz está abierto a todos. No solo nos recuerda la temporalidad del cuerpo, también nos recuerda la responsabilidad que con él tenemos en nuestra vida.
2. Limosna, ayuno y oración en Cuaresma
La mortificación del cuerpo implica el adueñarse del mismo, hacerlo un instrumento para la gloria de Dios. Y no para gloria nuestra, una mortificación que necesita hacerse en silencio, sin que «tu mano izquierda sepa lo que hace tu mano derecha».
Aquí no cabe la costumbre de las redes sociales, cuando publicamos cómo mortificamos nuestro cuerpo para calzar en el ideal físico esperado. O cuando hacemos una obra de bien al prójimo que termina borrándose por el protagonismo propio. Se vive con el cuerpo, pero en silencio.
3. Nuestro cuerpo es un regalo de Dios
Un regalo muy hermoso, a través del cual expresamos quienes somos, amamos, ayudamos, creamos, hacemos obras de misericordia, sobre todo cuando nos abrimos a la asistencia de Dios. El cuerpo no sirve solo para sentir, el sentimiento se hace hondo cuando nos adueñamos de este cuerpo para dar gloria a Dios con cada acción.
Tarea que sabemos no es sencilla y que no pocas veces tiende al mal, porque somos frágiles y complejos. Que este tiempo de Cuaresma meditemos en cuán dueños de nuestras acciones podemos ser. Cómo a través de estas mortificaciones vamos conquistando un poco más de este camino, cómo podemos hacernos más nosotros mismos y estrechar nuestra relación con Dios. Un Dios que nos espera en la Pascua eterna.