Día de acompañar con nuestro corazón a Jesús, que subió a la cruz, a la cama nupcial, para lavarnos de nuestros pecados, para comprarnos a precio de sangre (como un novio compra a su amada) y para invitarnos a subir con Él y muriendo, dar fruto.
Nos dice el Papa Francisco: “Quisiera recordar el episodio de los dos malhechores crucificados junto a Jesús. Uno de ellos es engreído, no se reconoce pecador, se ríe del Señor; el otro, en cambio, reconoce que ha fallado, se dirige al Señor y le dice: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino. Jesús le mira con misericordia infinita y le responde: Hoy estarás conmigo en el Paraíso (cfr. Lc 23,32.39-43).
¿Con cuál de los dos nos identificamos? ¿Con el que es engreído y no reconoce sus errores? ¿O quizás con el otro que reconoce que necesita la misericordia divina y la implora de todo corazón? Dios nos da siempre la posibilidad de volver a comenzar.
Disfruten mucho el Viacrucis, es nuestro propio camino en donde tendremos caídas, persecuciones, juicios, ayuda de gente que nos ama y de otros también. Pero todo para llegar a la Resurrección. La Adoración de la Cruz es el momento para entregarnos totalmente a Dios con todo nuestro corazón, nuestra alma y nuestras fuerzas, y de darle ese beso al Amado.