Hay en el evangelio dos clases de vocaciones: la de los apóstoles y la de José, que parecen completamente opuestas. Jesús se reveló a los primero para que lo anuncien; se reveló a José para que lo ocultara.
Los apóstoles fueron iluminados para mostrar a Jesús al mundo; Jesús es un velo para cubrirlo. A través de los apóstoles, Jesús debe ser predicado; por medio de José, debe ser mantenido en la oscuridad. Igualmente, José lo escucha, lo admira y se calla.
¿Qué concluir de ese contraste?
Que toda perfección no consiste sino en someterse, y que la gloria del cristiano no reside en los empleos deslumbrantes, sino en el cumplimiento de lo que Dios quiere. Los apóstoles brillaron en el mundo como estrellas; José, nada hizo a los ojos de los hombres; todo lo hizo ante los ojos de Dios. Veía a Jesús, se deleitaba, y no decía nada.
Glorioso santo, perfecto modelo de la vida silenciosa, ¡qué bellas es la característica que te distingue entre todos! Con tu cooperación generosa, dios Hizo de ti un hombre interior, retirado en su corazón, penetrado de Dios, ocupado en Jesús y en sus misterios, y siempre envuelto en un religioso silencio.
Se lee en el Evangelio tus pensamientos y tus penas, tus relaciones con los ángeles, tu castidad virginal, tu justicia, tu pronta obediencia a las órdenes de Dios, tus viajes con Jesús y por Jesús, tu exactitud en el cumplimiento del deber religioso, tu penitencia en el ejercicio de un oficio penoso, tu solicitud por el depósito divino, tu abandono a la conducta de Dios, tu prisa en buscar a Jesús.
Todo eso está en el Evangelio. Pero no leo ninguna de tus palabras. Siendo el jefe de la Sagrada Familia, dejas que hable sólo a tu augusta esposa. Nos equivocamos, conocemos una palabra tuya, que fuiste el primero en pronunciar, por privilegio singular.
Queremos decir, el santo, el amable, el adorable nombre de Jesús, que impusiste al salvador por orden de Dios.
Te agradecemos haber dejado este nombre de bondad y misericordia, ¡que tantas almas, en la felicidad o en el dolor, han podido pronunciar después de ti!
Fuente: ACI Prensa (Traducido del francés por José Gálvez).
Dios nos permita ser cómo José