Es uno de los símbolos más antiguos de Dios, reconocido por los judíos incluso antes del bautismo de Jesús.
En el Nuevo Testamento, el Espíritu Santo se menciona específicamente como llegando en forma de una paloma. Esto ocurre durante el bautismo de Jesús, donde está escrito «bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma» (Lucas 3,22).
¿Por qué una paloma?
En primer lugar, los eruditos bíblicos han señalado cómo el Talmud babilónico compara el Espíritu de Dios que asoma sobre las aguas en la creación, con una paloma:
«Y el espíritu de Dios flotó sobre la superficie de las aguas como una paloma que se cierne sobre ella sin tocarlas«.
Esto no se menciona explícitamente en el libro del Génesis, pero se alude en algunas traducciones donde está escrito:
«Un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas» (Génesis 1, 2).
En segundo lugar, una paloma fue enviada por Noé en busca de tierra después de las aguas del diluvio se detuvieron. El Génesis narra:
«La paloma vino al atardecer, y he aquí que traía en el pico un ramo verde de olivo» (Génesis 8,11).
Este episodio está directamente conectado con el bautismo de Jesús porque el diluvio se ve en el cristianismo como un tipo o prefiguración del bautismo.
Tercero, en un contexto pagano, las palomas se veían en el mundo antiguo como representativas de lo divino. Era muy común que dioses o diosas estuvieran rodeados de palomas.
Como resultado, en tiempos del Nuevo Testamento, las palomas ya estaban muy asociadas a Dios y específicamente a su Espíritu.
Los primeros cristianos aceptaron fácilmente esas imágenes y poco después comenzaron a representar al Espíritu Santo casi exclusivamente como una paloma.
La paloma aparece en el arte cristiano no sólo en el bautismo de Jesús, sino también en varios episodios bíblicos como la Anunciación, cuando María recibió la noticia de que iba a llevar al Hijo de Dios.
Algunos de los primeros tabernáculos que contenían la Eucaristía estaban diseñados con la forma de una paloma suspendida sobre el altar.
La paloma, con sus puras plumas blancas, eleva la mente a la pureza de Dios, y su aleteo en el aire nos recuerda los muchos movimientos del Espíritu Santo en nuestra alma. Es una imagen hermosa, que ha perdurado a lo largo de los siglos.
Pero el Espíritu Santo también no sólo se representa con forma de paloma. Hay otras inspiradoras formas, como el viento, agua, fugo, rayos, etc.
Publicado originalmente en Aleteia