Aunque para muchos la guerra pareciera estar lejos de casa, de sus vidas; la guerra es una realidad para muchas naciones, familias y millones de personas en el mundo. No pasemos por alto la guerra entre Ucrania y Rusia y las fuertes tensiones políticas entre Palestina e Israel, China y Taiwan, y muchos otros conflictos que podrían terminar en guerras que cobrarían la vida de hermanos inocentes.
La guerra es sinónimo de destrucción, división y muerte, así como la violencia, la delincuencia y el terrorismo que también cobran vidas. No olvidemos a los cristianos que son asesinados en Asia y Africa por profesar su fe o los miles de desaparecidos en México y otros países de América.
Oremos a diario para que la violencia termine y la paz de Cristo reine en todas las naciones y hogares del mundo. Recordemos que la oración tiene poder, y que el santo rosario ha detenido guerras a lo largo de la historia.
«Si mi pueblo, sobre el cual se invoca mi nombre, se humilla y ora, y busca mi rostro, y se aparta de sus malos caminos, yo lo escucharé desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra»
2 Cro 7,14
Oración
Señor Jesús, tú guías sabiamente
la historia de tu Iglesia y de las naciones,
escucha ahora nuestra súplica.
Nuestros idiomas se confunden
como antaño en la torre de Babel.
Somos hijos de un mismo Padre
que tú nos revelaste
y no sabemos ser hermanos,
y el odio siembra más miedo y más muerte.
Danos la paz que promete tu Evangelio,
aquella que el mundo no puede dar.
Enséñanos a construirla como fruto
de la Verdad y de la Justicia.
Escucha la imploración de María Madre
y envíanos tu Espíritu Santo,
para reconciliar en una gran familia
a los corazones y los pueblos.
Venga a nosotros el Reino del Amor,
y confírmanos en la certeza
de que tú estás con nosotros
hasta el fin de los tiempos. Amén.
Autor: Padre Ignacio Larrañaga
Publicado originalmente en ACI Prensa