Una de las más bellas oraciones de Jesús, nos dice el Evangelista San Lucas, es la que realizó “lleno del gozo del Espíritu Santo” (Lc 10, 21). Así, lleno del gozo de la presencia del Espíritu Santo, Jesús bendice al Padre, llamándolo Señor del cielo y de la tierra, y reconociendo que muchas verdades Él las oculta a los sabios e inteligentes, pero que las revela a los pequeños.
Así es su voluntad. Así como Jesús se llenó del Espíritu Santo para rezar, así nosotros necesitamos comenzar nuestra oración invocando al Espíritu Santo: “¡Ven Espíritu Santo! Enciende en mi alma el fuego de tu amor!”.
Oración
Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Amén.